La luz, siendo el elemento más etéreo en la construcción, ha sido meticulosamente manejada y planificada por constructores y arquitectos desde tiempos antiguos hasta la actualidad.
Construir con luz nunca ha sido una quimera. Cada era arquitectónica nos ha legado obras maestras que encarnan esta idea. Desde el óculo cenital del Panteón de Roma hasta las vidrieras y rosetones abiertos al infinito en la catedral de Chartres, y la majestuosa cúpula de Brunelleschi en Sta María dei Fiore en Florencia. Incluso en el siglo pasado, la Ópera de Sídney de Jørn Utzon se erige como un ejemplo contemporáneo.